domingo, 22 de mayo de 2011

LA EXPERIENCIA MARIANA DE DON BOSCO

"La Virgen María indicó a Don Bosco su campo de acción entre los  jóvenes, y lo guió y sostuvo
constantemente. Creemos que María está presente entre nosotros y continúa sumisión de Madre de la
Iglesia y Auxiliadora de los cristianos" (C.8).
1. APERTURA DE DON BOSCOS A DIVERSAS INVOCACIONES MARIANAS
Para Don Bosco, María no es solamente objeto de veneración y de fe, sino una experiencia
vital que condiciona en muchas ocasiones sus opciones más profundas y su modo de vivir la
propia espiritualidad.
María es, para él, una persona viva y operante que ilumina su camino, sostiene sus esfuerzos
y le ayuda de muchas maneras, incluso en ocasiones de manera extraordinaria.  No podemos considerar a Don Bosco únicamente como el propagador e impulsor de la invocación de "Auxiliadora de los cristianos". Sólo captaremos la experiencia mariana de Don  Bosco si analizamos la trayectoria de su vida y admiramos su confianza personal en María,
"Pastora y Maestra". Maestra concedida por quien es el verdadero "Maestro", Jesús, el Señor, a
quien Don Bosco sigue con firmeza y decisión.

En este breve recorrido sobre la vida de Juan Bosco (Don Bosco, después) podremos caer en
la cuenta de que Don Bosco es, ante todo, un cristiano, un creyente que se forma en la
espiritualidad de su tiempo, la asimila, la hace opción personal y le ayuda en su seguimiento de
Jesús.
Con el tiempo adaptará esta espiritualidad común cristiana a sus intuiciones pedagógicas y a
su propuesta de vida espiritual.

Pero durante todo el camino de su crecimiento y madurez espiritual va tomando las
invocaciones marianas que las circunstancias y lugares por donde pasa le ofrecen. No sería
correcto pensar que Juan Bosco entendió e invocó a María como "Auxiliadora" desde los
primeros años de su vida. Fue en sus últimos veinte años cuando se convirtió en "apóstol decidido
de tal invocación".

Comenzando por invocaciones muy populares, va madurando y va creciendo como empeño
personal también en su forma de ver y expresar su confianza en la Virgen María. Juan Bosco
creyente ejemplar nos ofrece el ejemplo de lo que ha podido ser nuestro propio camino de
madurez espiritual mariana.

Comencemos por los inicios, por la infancia, por su modo cariñoso de invocar a su
verdadera "Guía" , a la "Madre que nunca le iba a dejar" (MB V, 155). 2. INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE JUAN BOSCO ( 1815-1831)

En el territorio de Castelnuovo en diversos pequeños pueblos, Juan Bosco transcurrió los 16
primeros años de su vida: infancia y la adolescencia.
En el ambiente familiar se modela su sensibilidad humana y cristiana. La religiosidad está
presente, de manera natural, en todas las acciones de la vida campesina de aquel entorno. El día
está marcado por recuerdos referentes a la vida del Señor. Los días, los meses, las estaciones y
los años se leen como regalo de Dios.

En este ambiente destaca la influencia de su madre, mamá Margarita, creyente convencida
que trata de dar a sus hijos lo mejor que ella tiene: su fe, su espíritu caritativo, su confianza en la
Providencia y su empeño en el trabajo de las labores diarias.
Pasados los años, Don Bosco deja escrito los siguientes recuerdos respecto a su buena madre,
en referencia a las prácticas de piedad en su infancia: "Su mayor empeño fue instruir a sus hijos
en la religión... cuando fui capaz de estar con mis hermanos, me hacía ponerme de rodillas por la
mañana y a la noche, y todos juntos rezábamos  las oraciones en común  y la tercera parte del
rosario" (MOi 21-22).

En referencia a la devoción mariana que le inculcó su madre queda patente en las palabras
que le dirige cuando Juan Bosco va a iniciar sus estudios en el Seminario y viste la sotana. El
mismo Don Bosco nos lo cuenta:

"Querido Juan, ya has vestido  la sotana de sacerdote. Como madre experimento un gran
consuelo en tener un hijo seminarista. Pero acuérdate de que  no es el hábito  lo que honra tu
estado, sino la práctica de la virtud... Cuando viniste al mundo te consagré a la Santísima Virgen;
cuando comenzaste los estudios te recomendé la devoción a esta nuestra madre. Ahora te digo que
seas todo suyo. Ama a los compañeros devotos de María. Y si llegas a sacerdote, recomienda y
propaga siempre la devoción a María. Al terminar estas palabras, mi madre estaba conmovida y
yo lloraba" (MO 79).
Este elemento materno va a aparecer como decisivo en el sueño que llamamos "de los nueve
años". Nos fijamos en las referencias marianas de este "sueño", que se va a convertir en el método
educativo y pastoral de Don Bosco. Nos cuenta en sus "Memorias":

"En el sueño me pareció estar junto a mi casa. Al ver una turba de chiquillos que se pegaban
me metí enseguida en medio de  ellos. En aquel momento apareció  un hombre muy respetable, me
llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas
palabras: No con golpes, sino con la mansedumbre y caridad.
-¿Y cómo podré conseguirlo? - añadió - Yo te daré la Maestra - siguió el personaje - Bajo su
disciplina podrás llegar a ser sabio, pero sin ella toda sabiduría se convierte en necedad.
- ¿Y quién sois vos que me habláis de este modo?
- Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al
día.
 - ¿Y cuál es vuestro nombre?
- Mi nombre pregúntaselo a mi Madre. - Ella, tomándome bondadosamente de la mano, me dijo: He aquí tu campo, he aquí
donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto. Y poniéndome la mano sobre la cabeza me
dijo: A su debido tiempo, todo lo comprenderás" (MO 16).
Nos encontramos delante de una narración rica en detalles y contenido: El protagonista es
Jesús, el Señor, que deja paso a quien va a ser la "Maestra", aquella a quien Juan, junto con su
madre, en el trabajo del campo o con los libros, va a invocar tres veces al día con la oración del
"Angelus". (Cfr. CARLO COLLI, Pedagogía spírituale...)
Respecto a los lugares que acompañan la infancia y adolescencia de Juan, él mismo nos dice,
por ejemplo, que "la  fiesta más grande para los habitantes  de Murialdo y de I Becchi  era la
Maternidad de María Santísima, que celebraban en el segundo domingo de octubre ".  En ese
domingo va a ser cuando se produce el encuentro entre el niño Juan Bosco y el joven sacerdote
paisano suyo, D.Caffaso. (MOi 41-43).

Entre las devociones que Juan Bosco cultiva con especial cariño se encuentra la invocación de
la Virgen del Rosario. Es la referencia de su niñez. En un ambiente rural, esta fiesta, colocada en
los primeros días del mes de octubre, promovía una especial alegría por el final de las tareas del
campo. Las viñas habían dado su fruto y se podía disfrutar del buen tiempo otoñal y de la
recolección de los frutos. Al mismo tiempo  se rezaba y alababa a la Madre que siempre
acompañaba, y se hacía con el rezo del Rosario.

Esta invocación jamás la perdió Don Bosco. De hecho, pide a su hermano José que le deje una
de las habitaciones de su casa para dedicarla a capilla, con la invocación de la "Virgen del
Rosario".

Esa capilla acogerá durante muchos años a los muchachos que Don Bosco llevaba desde Turín
en sus paseos otoñales. Con esta invocación han rezado en su juventud Miguel Rúa, Magone,
Domingo Savio. Esta sencilla capilla del Rosario es el pequeño primer "centro de culto mariano"
que Don Bosco prepara para invocar a María.

Finalmente, como referencia e invocación mariana de estos años juveniles de Juan Bosco,
recordamos sus caminatas desde su pequeño caserío hasta el pueblo y su iglesia parroquial, la
iglesia de Castelnuovo. En la parroquia de San  Andrés Juan recibe el  bautismo, la primera
Comunión y la vestición de sotana. A esta iglesia iba con frecuencia a recordar y a rezar.

Y ya que estaba en un lugar al que le había costado subir (porque está en el lugar más alto del
pueblo), subía un poco más y se acercaba a rezar ante una imagen de la Virgen, llamada con la
invocación de  "La Virgen del Castillo", pequeño santuario mariano situado en el lugar que
ocupaba un castillo medieval. Particularmente se acercaba a él en las fiestas marianas y en los
momentos que buscaba silencio y retiro.

Hasta aquí hemos pretendido contemplar las "raíces" de quien más tarde será el "apóstol de
María". Sus raíces no varían con respecto a las de sus paisanos y compañeros de escuela, pero la
profundidad y la hondura que tomaron en tales años van a ser decisivas a la hora de proyectar su vida
como una vida modelada por la Virgen María.

Yo soy el camino, la verdad y la vida... Una invitación extraordinaria, ¿porque no decir... la respuesta al Venid y veréis??

Jn 14,1-12

“No se turben,; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. (…) Para ir adonde yo voy, ustedes ya conocen el camino. Entonces Tomás le dijo: “Señor, nosotros no sabemos adonde vas, ¿Cómo vamos a conocer el camino? Jesús le contestó: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocen a mí también conocerán al Padre”. Felipe le dijo: “Señor muéstranos al Padre (…) El que me ve a mí ve al Padre. ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?”.

Reflexión

         En el paraíso hay lugar para todos, cristianos y no cristianos, creyentes en Dios y también ateos. La única condición para salvarse el amor a los hermanos: “Vengan benditos de mi Padre y tomen posesión del reino que ha sido preparado  para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber…etc.”
         El Paraíso está  destinado para todos los hombres. Jesucristo es el salvador universal y todos los hombres que nacen en este mundo, de cualquier raza y religión, pueden entrar en cielo: “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones”. La única condición es responder con un “sí” al amor de Dios, abrir el corazón a su palabra de amor, es decir, aprender a amar.
  
“Yo soy el camino la verdad y la vida”
         La única manera para conocer a Dios es Jesús. Podemos, con la simple razón, llegar a conocer que existe un Dios, principio único del cual dependen todas las criaturas. Pero, con la simple razón, nunca podríamos conocer algo más que su unidad, su eternidad y  su infinito poder y sabiduría.   
         Sólo por la revelación, que nos viene de Jesús, podemos conocer su realidad profunda su íntima vida divina. El primer y más importante misterio que Jesús nos ha revelado es que Dios es “Padre”.Este es término con que Jesús se dirige siempre a Dios en sus oraciones. Al apóstol Felipe que le preguntaba   “muéstranos al Padre” Jesús contestó diciendo: “Quién me ve a mí ve al Padre”(v.8-9).
         Es decir, Jesús es el Hijo del Padre, es la imagen perfecta de él, la forma visible de la invisible divinidad de Dios.


Y los hombres que saben amar, aunque sin saberlo, conocen al Padre y el Padre vive en ellos.
         Jesús con su muerte-resurrección nos comunica la vida divina, nos hace hijos de Dios y hermanos entre nosotros. En cada hombre, aunque no sea cristiano, adore a otros dioses, con tal que sepa amar, siempre está presente el Padre que es amor. “Todo el que ama ha nacido de Dios  y conoce a Dios” (1 Jn 4,7). “Dios es amor: el que permanece en el amor  permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4,16).

Dios no es solamente uno sino que es una comunidad de tres personas
         Con la simple razón podemos llegar a reconocer que el mundo no pudo llegar a la existencia por sí solo, ninguna criatura puede hacer que salga algo de la nada. Sólo Dios pudo crear este mundo hecho de criaturas que en todo dependen de Alguien que las hizo salir de la nada. Pero lo que la razón no puede llegar a conocer es que Dios sea esencialmente Amor. Esto lo  conocemos por revelación de Dios por medio de Jesucristo. Ni los profetas y sabios del Antiguo Testamento sabían  que Dios es Amor.
         En efecto, si Dios es Amor quiere decir que ama desde siempre y para siempre a otra persona que no es El. Amarse a sí mismo como único objeto de amor no es amor, es egoísmo. Y si ama significa que hay una realidad amada por Dios de manera infinita, desde siempre y para siempre; y esta realidad es Hijo de Dios porque procede de su amor.
         Ahora bien, el Hijo engendrado del Padre, ama a su vez al Padre y, entonces, existe desde siempre y para siempre el Amor recíproco entre el Padre y el Hijo. Este Amor recíproco de los dos es el Espíritu santo

La razón y la fe no se excluyen sino que se armonizan y complementan
         Una Encíclica del recién beatificado papa Juan Pablo II tenía por título “Fides et ratio”, fe y razón. En ella se nos dice que a Dios lo podemos conocer con la razón que Él nos has dado dándonos la vida, y con el don de la fe cuando nos ha elegido para ser Hijos de Dios.
         En síntesis podemos decir que para amar son necesarias al menos dos personas, le que ama, la persona amada y el amor que las une. El matrimonio es una pequeña imagen de la Santísima Trinidad. En la unión de los esposos  se precisan dos personas que se aman y se precisa el amor que las une. El matrimonio es la mejor imagen de Dios uno y trino.

sábado, 21 de mayo de 2011

Con Virgen de Don Bosco, la Auxiliadora de los Cristianos...






“Donde está el Espíritu Santo, hay liber-tad”, dice San Pablo. Y, donde está el Espíritu Santo, hay belleza.

Una demostración de ello es María. El Espíritu Santo la hizo Purísima, Sagrario que acogió a Jesús, Llena de Gracia. Y, por si faltara algo, resucitó el cuerpo de María y lo subió lleno de Gloria al Cielo. Por eso, a la Virgen se le llama la Toda hermosa.

El Espíritu Santo es la Suprema Belleza y, por eso mismo, crea belleza en el mundo. El Espíritu Santo es el que inspira al espíritu humano para que alegre a todos con el arte. La música, la pintura, la escultura, la poesía, el teatro, el cine y mil otras técnicas sirven para hacer más espiritual, hermosa y feliz la vida de todos. Donde hay Espíritu Santo, hay siempre belleza, hermosura, arte, armonía.

FLOR.  Procura hacer las cosas con gusto y arte para alegrar la vida de todos.

sábado, 7 de mayo de 2011

La Virgen santa, causa de nuestra alegría.




Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. A lo largo del año, cuando celebramos las fiestas marianas, y en bastantes momentos de cada jornada corriente, los cristianos pensamos muchas veces en la Virgen. Si aprovechamos esos instantes, imaginando cómo se conduciría Nuestra Madre en las tareas que nosotros hemos de realizar, poco a poco iremos aprendiendo: y acabaremos pareciéndonos a Ella, como los hijos se parecen a su madre.

Imitar, en primer lugar, su amor. La caridad no se queda en sentimientos: ha de estar en las palabras, pero sobre todo en las obras. La Virgen no sólo dijofiat, sino que cumplió en todo momento esa decisión firme e irrevocable. Así nosotros: cuando nos aguijonee el amor de Dios y conozcamos lo que El quiere, debemos comprometernos a ser fieles, leales, y a serlo efectivamente. Porque no todo aquel que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino aquel que hace la voluntad de mi Padre celestial.

Hemos de imitar su natural y sobrenatural elegancia. Ella es una criatura privilegiada de la historia de la salvación: en María, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Fue testigo delicado, que pasa oculto; no le gustó recibir alabanzas, porque no ambicionó su propia gloria. María asiste a los misterios de la infancia de su Hijo, misterios, si cabe hablar así, normales: a la hora de los grandes milagros y de las aclamaciones de las masas, desaparece. En Jerusalén, cuando Cristo —cabalgando un borriquito— es vitoreado como Rey, no está María. Pero reaparece junto a la Cruz, cuando todos huyen. Este modo de comportarse tiene el sabor, no buscado, de la grandeza, de la profundidad, de la santidad de su alma.

Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad de los hijos de Dios.

lunes, 2 de mayo de 2011

Preparando a celebrar la Fiesta en Casa, celebrar la vida en santidad, celebrar a Domenico...


Fiesta en casa!

Estamos acercándonos a la  fiesta de Domenico, que tanto amó a nuestra madre Auxiliadora. Y tuvo la inmensa dicha de compartir su convicción por alcanzar la santidad con nuestro papá Don Bosco, quien lo guió y apoyó en todo momento. Cuando Don Bosco "le puso el ojo" a Domenico lo había pensado sacerdote, y por eso lo hizo su alumno en el oratorio de Valdocco. Intuía nuestro Padre el enorme papel que para nuestra familia y la Iglesia iba a jugar este jovencito.

Sabemos que frecuentaba los sacramentos, que tenía una devoción ejemplar a nuestra Madre Santísima, que era un chico atento, alegre, dedicado al cumplimiento de sus deberes, y tan comprometido con esto, que, por amor a sus compañeros, no dudaba en meterse a las discusiones o pleitos para reconciliar a los litigantes y lograr que todos mantengan su bonita amistad.

Fue un alma llamada por Dios desde pequeñito. Tenía 7 años cuando hizo su Primera Comunión, y trazó su proyecto de vida: confesión y comunión, santificar días festivos... "Mis amigos serán Jesús y María. La muerte mas no el pecado."

Confiemos en el testimonio de Mamma Margherita: "Tú tienes muchos jóvenes buenos, pero ninguno supera el buen corazón ni la bella alma de Savio Domenico. Lo veo siempre rezar, quedándose en la iglesia (...) como un ángel que se demora en el Paraíso."

Domenico subió al cielo a los 15 años a causa de la tuberculosis. Es el único jovencito santificado por la Iglesia sin haber sufrido martirio. Por que su santidad, lo sabemos bien, consistió en cumplir siempre su deber y estar siempre alegre!

En Camino a la Fiesta de María Auxiliadora, ¿Que le ofreceré a la Virgen, como regalo?




La auténtica sabiduría

La sabiduría verdadera es la que libera para el bien y la verdad y llena de vida y paz en el propio interior y en el medioambiente. Lo demás es apariencia y, en el fondo, necedad, pues maneja conocimientos y argumentos de distinto nivel, hasta alardeando, pero vacía a la persona de la honestidad y le priva de la paz, generando inseguridad, tensión o violencia.

Muchas veces deseamos, honestamente, hacer las cosas bien, pero no sabemos cómo y preguntamos a expertos sobre lo que nos preocupa. Eso es muy bueno y sensato.

Pero, cuanto más importantes y profundos son los asuntos, más difícil es encontrar personas de fiar que nos aconsejen adecuadamente... Sobre el corazón humano sólo hay un experto, al que muy pocos consultan... ¡por eso se hacen tantos disparates en nuestras relaciones y asuntos sociales! Ese experto es el creador y formador del interior de cada persona: Dios.

Él defiende nuestra vida desde siempre. Y no de cualquier modo sino hasta con el don oblativo de la su propia vida: en cada Eucaristía lo celebramos y Él mismo nos pide vivirlo.

De algún modo, Pablo le pide a Filemón eso mismo: que renuncie a ser patrón de Onésimo, su esclavo, y sea su hermano; que lo trate con el respeto y devoción con los que trataría al mismo Pablo, a quien le debe el gozo de la Fe.

Renunciemos a centrar nuestra atención en nosotros mismos y en nuestros intereses, porque Jesús y el Reino de su Padre se quedarán fuera de nuestra vida: no seremos sus discípulos.

Para ser discípulos de Jesús debemos reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ganar las batallas que se nos van a plantear con ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas, responsables y dialogantes.

Las dos imágenes que emplea son muy concretas: construir y afrontar una batalla. En ambas es necesario calcular bien para llegar a buen término.

El evangelio de Jesús está centrado en construir, sin engaños, lavida, la única que tenemos: ¡no podemos jugar con ello! Dios nos toma muy en serio. Es un proyecto ambicioso que transforma la existencia. Por eso es imprescindible, para terminar bien este proyecto, reflexionar sobre qué decisiones es oportuno tomar en cada momento.

Seguir a Jesús es, también, enfrentarse contra los adversarios del Reino de Dios y su justicia. Ellos manejan mucha fuerza: el poder y el dinero. No es posible luchar a favor del Reino de Dios de cualquier manera. Se necesita mucha lucidez, responsabilidad, diálogo y decisión.

Ambos ejemplos nos presentan personajes sensatos que se sientan a reflexionar sobre las verdaderas exigencias, riesgos y fuerzas que necesitan para llevar a cabo su cometido. Seguir a Jesús exige siempre la oración, meditación, reflexión y diálogo.

Es un error ahogar el diálogo, con Dios y con los hombres
. Necesitamos, más que nunca, reflexionar y deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy los seguidores de Jesús. No podemos seguir trabajando como si nada pasara. Necesitamossentarnos para pensar con qué fuerzas hemos de construir el Reino de Dios en la sociedad moderna.

Pidamos a María nos enseñe la sabiduría de saber cada día meditar la Palabra para construir la vida apoyados solo en la Voluntad del Señor.

sábado, 16 de abril de 2011

El Domingo de Ramos



La palma y el ramo de olivo se conservan, ante todo, como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en su victoria pascual.
 
La liturgia de la Semana Santa comienza con la bendición de las palmas y una procesión el Domingo, con una solemne proclamación de la narración de la Pasión según San Mateo en la misa.

La procesión de Ramos viene evidentemente del recuerdo de lo que pasó en la vida de Jesús días antes de su pasión y muerte. En los primeros siglos, en Jerusalén se comenzó a venerar los lugares donde había sucedido algún acontecimiento en la vida de Jesús.

"Por eso el domingo anterior al Viernes Santo todo el pueblo se reunía en el Monte de los Olivos junto con el obispo y desde allí se dirigían a la ciudad con ramos en las manos y gritando Viva, como habían hecho los contemporáneos de Jesús".

La famosa monja peregrina española, Egeria, nos cuenta como se celebraba el Domingo de Ramos y nos detalla que el obispo de Jerusalén, representando a Cristo, se montaba en un burro y que la gente llevaba a sus recién nacidos y a los niños a la procesión.

Pero cada Iglesia fue tomando esta costumbre y celebrándola en particular. En Roma para el siglo IV se le llamaba a este día "Domingo de la Pasión" y en él se proclamaba solemnemente la Pasión del Señor, haciendo ver que la cruz es el camino de la resurrección. Sólo hasta el siglo XI se comenzó allí también la costumbre de la procesión. Se nos dice que en Egipto la cruz era cargada triunfalmente en esta procesión. En Francia y en España en el siglo VII se habla de la bendición de ramos y de la procesión.

Tras el concilio de Trento se quiso que en todas partes de la Iglesia Latina se celebrara de la misma manera este domingo y entonces se juntó lo que se hacía en Jerusalén (procesión de Ramos) con lo que se hacía en Roma (celebración de la pasión, como si fueran cosas distintas, ya que cada una se celebraba con ornamentos de distinto color y con oraciones iniciales y finales propias.

Con las reformas que hizo el Papa Paulo VI a las celebraciones de Semana Santa después del Concilio Vaticano II, se unificó la celebración con oraciones y ornamentos comunes haciendo ver mas claramente que en ella se vive el único misterio pascual de vida y muerte y que una y otra de sus partes se relacionan y se enriquecen mutuamente: no hay verdadera celebración del Domingo de Ramos sin procesión y sin lectura solemne de la Pasión en Una misma Eucaristía.

"La procesión que conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén tiene un carácter festivo y popular. A los fieles les gusta conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo o de otros árboles, que han sido bendecidos y llevados en la procesión.

Sin embargo es preciso instruir a los fieles sobre el significado de la celebración, para que entiendan su sentido. Será oportuno, por ejemplo, insistir en que lo verdaderamente importante es participar en la procesión y no simplemente procurarse una palma o ramo de olivo; que estos no se conserven como si fueran amuletos, con un fin curativo o para mantener alejados a los malos espíritus y evitar así, en las casas y los campos, los daños que causan, lo cual podría ser una forma de superstición.